El 20 de noviembre celebramos (al menos en teoría) el aniversario número 107 del inicio de la Revolución Mexicana.
Este movimiento armado transformó en gran manera a nuestro país y para muchos fue una esperanza que nunca llegó a concretarse.
Cuando el polvo se disipó, luego de casi una década de balazos y de asesinatos a traición, el resultado fue muy a la mexicana: la revolución devoró a sus cachorros y los que sobrevivieron, a final de cuentas, simplemente se transformaron en los nuevos amos.
Las famosas “instituciones” están hoy en día o rebasadas, o privatizadas. Las esperanzas de progreso y de adelanto social siguen tan bajas como siempre y sólo es una caterva de políticos y empresarios los que disfrutan de los “frutos de la revolución”.
Lo más irónico de todo es que la gran mayoría de la población ni siquiera se acordó que era día de la “sacrosanta” revolución porque estaban muy ocupados gastando su mísero salario en pendejadas.
El buen fin fue muy bueno… para los comerciantes. La gente quedó encandilada por gadgets y aparatos electrónicos que no le importó tirar a la basura su dinero sintiendo que “ayudaba a activar la economía”.
Creo que no hay nada que celebrar: la revolución terminó hace mucho tiempo y ganaron los “malos”. Desde entonces ellos nos han hecho creer que somos un país modelo que necesita que todos compremos muchas cosas.
¡Que viva la revolución!